Han sido exactamente 505 días. Son los que ha necesitado el avión Solar Impulse II para dar la vuelta al mundo en un reto que comenzó el 9 de marzo de 2015 en Abu Dabi y que finalmente ha culminado con el aterrizaje de la aeronave en el emirato casi un año y medio después. Atrás queda un viaje de más de 35.000 kilómetros en 17 etapas en el que el tiempo no ha sido lo importante.
Si Phileas Fogg en la novela de Julio Verne ‘La vuelta al mundo en 80 días’ logró la proeza en menos de tres meses usando el tren o el barco como medios de transporte y en la actualidad es posible completar el recorrido en avión en apenas unas horas, lo que mueve este prodigio tecnológico es que no precisa de combustible fósil. Gracias a la energía solar ha sido capaz de ir cubriendo cada una de las etapas en un viaje que ha pasado por Omán, India, Myanmar, China, Japón, Estados Unidos, España -Sevilla ha sido su única parada en Europa- y Egipto.
«Tenemos que ser capaces de aconsejar a los gobiernos y tener más impacto en la industria», contó durante la última etapa Bertrand Piccard, uno de los pilotos de la aeronave y el precursor de la iniciativa que tiene como objetivo el impulso de energías limpias. «Es una nueva era en la aviación. Hemos tenido que inventar algo completamente nuevo: vuela sin combustible, Durante la noche gastamos la batería que previamente se ha cargado con la luz solar».
André Borschberg ha sido el otro piloto con el que Piccard se ha ido alternando a los mandos del Solar Impulse II en todo este tiempo. Si fue Borschberg el encargado de empezar el viaje y llevó la aeronave desde Abu Dabi a Mascate en marzo de 2015, ha sido ahora Piccard el que ha recorrido los 2.763 kilómetros que separan El Cairo de la capital del emirato en una travesía que ha durado 2 días exactos y que ha dejado las baterías al 42% en el momento de su llegada.
El avión alcanza una velocidad de entre 45 y 55 kilómetros por hora y es capaz de llegar a los 8.500 metros de altitud. Pesa 2,3 toneladas y es muy sensible a las condiciones climatológicas, aunque puede presumir con orgullo de garantizar un»futuro limpio», tal y como aseguró el propio Borschberg en una entrevista a El Mundo. De hecho, su única limitación es la del descanso de los pilotos porque no necesita ni repostar ni ningún tipo de energía diferente a la de la luz del sol.